Aparecerían después nuevas salas (El Salón Universal de Cine Minerva de la empresa Enrique Otero-Carlos A. y El cine pathé de Abraham Serrano e hijos). A ellas asistió el público bumangués para presenciar películas de renombre en la época: Los Miserables, Los Carbonarios o Manon Lescaut y Norma o Carmen.
El primer salón (Minerva) se vio enfrentado sin embargo, al cine pathé creado unos meses después. Podría decirse que además de la competencia, se resaltó el interés por brindarle a los bumangueses, el mejor repertorio cinematográfico silente, acompañado por la presentación de la “Lírica Bogotana” y otras orquestas que hacían las proyecciones no solo más amenas sino fabulosas.
Pero sin olvidar, todo esto se desarrollaba en medio de una crisis política que agobiaba al país y dejaba al departamento sometido a graves enfrentamientos y una cruenta guerra que traía como saldo diario muertes, empobrecimiento y depresión. Sin embargo, para ese momento, el cine puso su cuota y proponía alivianar un poco la carga cotidiana del pueblo abatido.
Cabe resaltar que uno de los documentales en proyección, fue “El régimen de García Rovira”, uno de los primeros en su género en Colombia.
Para 1912, la crítica cinematográfica en Bucaramanga comenzaba a aparecer, gracias a la variedad de salas y cintas de exhibición. Incluso se habla de un listado de sugerencias que resultaron de ésta, tal como lo comenta Gabriel Pabón en su libro Crónica sentimental de Bucaramanga:
1. Empieza el espectáculo a la hora fijada en los programas
2. Enfoca y proyecta bien
3. Evita que titile, eso es insoportable
4. No alargues los entreactos
5. No exhibas cintas viejas, deterioradas o rotas
6. No aburras al espectador con avisos extraños al cine. Esto es un defecto atroz y te resta concurrencia
7. Ten buena orquesta
8. No tengas al público hasta más de las diez
9. Fíjate en el gusto del público para que les des películas que no lo fastidien
10. No alces los pecios, hazlos populares
Pasados los años, llegaría El Circo Teatro Garnica y con él una revolución de ideas y pensamientos que harían posible el posicionamiento de Bucaramanga, como ciudad culta y bonita de Colombia.
Construido en el año de 1922 por el señor Emilio Garnica Uribe; importante empresario Piedecuestano radicado en Bucaramanga y se inauguró el día 6 de agosto de 1923 como plaza de toros.
Con el tiempo logró convertirse en uno de los pocos espacios culturales en el país que por la segunda década del 1900, lograba albergar a más de 3.000 personas; a la vez que fuera un cambiante tableado dispuesto para el evento o función que se hiciera necesario. Podría ser plaza de toros, ring de boxeo, carpa de circo, sala de exhibición de cine ó tablado para ópera, zarzuela y teatro.
Pero además, se le dio el nombre del “Teatro de la acústica perfecta” gracias a su especial y muy planeada construcción que permitía incluso sin hacer uso del micrófono, presenciar clara y majestuosamente las presentaciones.
Aquí, vieron los Bumangueses llegar el cine sonoro y participar de las funciones de gala que se ofrecían como instrumento de ayuda social. Esto, lo ubicó como un escenario de encuentro social y cultural, que marcaba el desarrollo de la ciudad y la convertía en lugar culto y reconocido a nivel nacional.
Pero además, “El Garnica”, fue un sueño hecho realidad, a pesar de las adversas circunstancias en que se inició su construcción. Gracias al espíritu inquieto y filántropo de un personaje que marcó el desarrollo de la capital santandereana a nivel social, político, económico y cultural: El señor Emilio Garnica Uribe, sucedido tras su muerte por su hijo Luis Emilio Garnica Velásquez.
En paralelo, la historia del Teatro, se desarrolla en medio de eventos familiares y personales que alimentan el ideal de hombres pujantes y decididos, profundamente enamorados de la ciudad y sus habitantes. Con sus obras, entre las que se encuentra además del teatro, la fábrica de cigarros El Buen Tono, se abrió espacio para la inclusión de la mujer en el ámbito laboral, la creación de equipos deportivos, la construcción de escenarios para el arte, el deporte y los eventos sociales.
Por ello, la importancia de su conocimiento y la necesidad de transmitirlo a las nuevas generaciones que ignoran lo que representó la construcción que fuese ornamento de la ciudad, orgullo de sus dueños y ciudadanos, además de ser propuesto como Monumento Nacional en el año de 1978.
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